9. TECNOLOGÍA PARA LA DESTRUCCIÓN


Ciencia y capacidad tecnológica crecen ahora de forma exponencial. Neurociencia, biotecnología, nanotecnología, computación... prometen traer en pocos años lo increíble.

Con implantes o manipulación genética se podrá eliminar la enfermedad y el envejecimiento; también aumentar artificialmente las capacidades físicas e intelectuales. Esto hace soñar a los ricos: ellos podrán volverse más que humanos, romper los límites biológicos. Dar el salto a la perfección. 

¿Todos? No, claro. Solo ellos, los privilegiados. Su paraíso psicópata es una Tierra sometida a sus caprichos, donde habitan unos pocos disfrutando de un consumo desaforado (lo que siempre han hecho). Y cuando los vuelos espaciales lo permitan, saltarán a otros mundos como langostas hambrientas.

Para acelerar la victoria dirigen la ciencia, financiando más las investigaciones prioritarias a sus planes. Armamento por ejemplo: el asunto de la gente sobrante es primordial.

El Capital no permitirá que la escasez de recursos amenace sus privilegios. La población empezará a reducirse violentamente con hambre, envenenamiento ambiental y plagas de laboratorio. Pero la  guerra es el método que prefieren, pues permite controlar directamente las áreas o grupos a destruir. Ya se encargan de buscar la excusa los medios de comunicación.

Infórmate. Te espantará ver lo que existe en tus días: Drones sobrevolando amplias zonas del mundo y matando a quienes nunca sabrán qué pasó. Robots autónomos que toman las decisiones en el campo de batalla. Armas de microondas.

Cañones láser. Inductores de cambios atmosféricos. Disparadores de ultrasonidos. Exoesqueletos que multiplican la fuerza del soldado. Satélites asesinos. Invisibilidad...

También esperan los misiles en sus silos, los virus genéticamente diseñados. Todo se usará para el exterminio. 

Pronto: Supersoldados. Balas que buscan un objetivo específico por ADN. Nanorobots que se infiltran en la sangre. Máquinas auto-replicantes. Armas del tamaño de un lápiz capaces de destruir una ciudad. Cientos de millones morirán.

Y en medio de la destrucción, el progreso sigue. Crece la complejidad. Hay que delegar cada vez más en las máquinas, más competentes, más rápidas. Se crea una superestructura tecnológica de la que el hombre se hará dependiente.

En la primera mitad del siglo XXI esta exponencial hará surgir una inteligencia superior a la humana. Pudieron ser los híbridos, humanos mejorados, pero lo biológico es lento y el capital quiere eficiencia: la Inteligencia Artificial se impone.

Otro tipo de inteligencia suprema era posible: una inteligencia colectiva, la suma de todos los humanos colaborando con tecnologías de la información, comunicándose por redes estructuradas. Pero ello necesitaba del acceso igualitario y la colaboración altruista de todos. Habría sido precisa una revolución, un cambio de sistema y de valores.

Sin la previa destrucción del Capital las redes, sometidas a intereses particulares, también acabarán comandadas por inteligencia artificial: es lo eficiente.

Así, el dominio de unos pocos se apoyará en tecnología cada vez más poderosa para aplastarnos sin remedio.


La supertecnología, sin igualdad ni responsabilidad, lleva al desastre. Y el tiempo se acaba.




Alberto Castillo Martínez