Nadie es más esclavo que un adicto. Las peores cadenas son la que no se sienten.
¿Llevas una buena vida?
Respiras aire cargado de veneno. Tomas alimento inflado artificialmente. Bebes agua residual reciclada. Habitas plástico y cemento, usando tecnología que atrofia tus sentidos.
“Es el precio del progreso” ¿progreso? “Alguien debería hacer algo” ¿alguien? “Las cosas mejorarán” ¿mejorarán?
El desastre ecológico se debe a la actividad del hombre. Pero no por cubrir sus necesidades básicas: estamos ante una sobreexplotación brutal, derrochadora. E irracional, pues la humanidad sabe que destruir el medio ambiente los matará. Es una actividad demente, enfermiza. Y tiene un origen claro:
En una economía mercantil los esfuerzos se orientan por la ley de la oferta y la demanda. Si algo es muy necesario o solicitado sube de precio, invitando a aumentar su producción.
Pero el empresario, agente del capitalismo, pronto descubre que puede modificar la demanda y crear necesidades nuevas; hacer que la gente desee sus productos. Esto le dará beneficio (su Santo Grial), por tanto lo hará a toda costa. Todos lo harán. Y la demanda, la necesidad, crecerá como un alud.
Aumentar el ansia de consumir, a eso se encaminaron los esfuerzos del capital. Crear adicción será el sello de las mayores empresas. Un cliente adicto es un cliente fiel.
Saturar los alimentos industriales de grasa, sal, azúcar y mil saborizantes que hagan al cerebro pedir nuestro producto.
Diagnosticar cada vez más dolencias psiquiátricas. Eso vende medicamentos, eso es bueno.
Programas, juegos, redes sociales... diseñados para crear adicción. Mira las grandes firmas informáticas.
Y la publicidad, bendita sea: si usted no viste a la última moda, usted no vale. Si usted no tiene coche más nuevo que su vecino, su vecino es mejor que usted. Muebles de diseño, vidas de diseño. Homo Consumens: si no consumes, no existes.
Esa es la base del hambre infinita de ‘cosas’ que nos ha vuelto locos a todos y ha arrasado el planeta. Hipnosis, docilidad, sentirse culpable por no poder consumir más. En ese estado vivimos. Los amos tienen bien amaestrado al rebaño.
Es la gran mentira. La felicidad no está en tener más. Es de sentido común y la ciencia lo confirma. Una vez cubiertas las necesidades básicas, tener más no te hace más feliz.
Aunque racionalmente lo entendamos, emocionalmente seguimos presos. Demasiado tarde para nosotros, bombardeados por la publicidad desde pequeños. ¿Cuántos logotipos de multinacionales conoces? ¿Cuántos tipos de árboles? Tenemos diversiones insanas, costumbres perjudiciales, necesidades absurdas, incapacidad de concentrarnos, materialismo, egoísmo, ponemos precio a todo, olvidamos las raíces, drogas, pornografía, juego... Enfermos. Pero una educación sana es posible para los más jóvenes.
Vamos a tentar tus cadenas: La felicidad está en una vida con sentido y de servicio a los demás. ¿Lo crees? Piensa.
Eres un producto del sistema, y estás enfermo. ¿Hasta qué punto? ¿Te quedan aún fuerzas para rebelarte contra ello?