La Tierra agonizaba.
Una subespecie de primates ocupaba implacable su superficie. Devorando, arrasando, asfixiando a las demás formas de vida.
El Homo Sapiens dominaba ya todos los hábitats: el definitivo triunfo evolutivo. Pero seguía actuando como un mono asustado y agresivo.
Individualmente y como grupos, poseídos por el ansia de acumular más y más. ¡Nunca es suficiente! Una vez obtenidos los recursos para una vida cómoda, su locura les impulsaba a querer mil veces más.
No basta el poder sobre los otros que garantice la propia seguridad y reproducción. Hace falta incrementarlo, extenderlo, imponer su voluntad ya sin objetivo.
Las peleas de clan se convierten en guerras entre naciones. Y dentro de cada grupo competencia sin tregua por dominar a los otros. Violencia, opresión, miedo.
El Homo sapiens, el hombre sabio, convirtió el bello planeta azul en su vertedero. Derrochó sus recursos hasta agotarlos en las luces de neón de su vanidad. Cambió la biodiversidad por una descomunal granja industrializada.
La misma actitud competitiva que les llevó al éxito científico y tecnológico, ahora los iba a destruir.
Se había aupado al poder a los peores entre ellos, los más despiadados y egoístas, psicópatas insaciables dispuestos a todo con tal de acrecentar su dominio.
El próximo paso de su lógica demente va a provocar no solo la aniquilación de la especie: también la definitiva muerte del planeta.
¿Qué mensaje se les podría mandar? ¿Cómo avisarles del desastre? ¿Quién gritará lo que nadie quiere escuchar? El momento era este, o nunca.
No sé quién eres, ni siquiera si este mensaje llegará. Pero quizá no sea tarde. Mira a tu alrededor, escucha, comprende lo que está sucediendo.
Estás a las puertas de una guerra.
Una guerra global, con naciones e ideologías enfrentadas. Con catástrofes y exterminios que ni imaginas. La mayor guerra jamás habida.
Te mostraré en 10 puntos cómo esa guerra oculta el choque entre quienes buscan preservar la vida en la Tierra y quienes la van a arrasar. Y que tú tienes que tomar partido.
Puedes ignorar la última llamada, seguir en la ilusión de que el camino se despejará sin que personalmente tengas nada que aportar. Podrás seguir entonces tu cómoda existencia durante un tiempo.
Pero un día, sin previo aviso, el velo se rasgará. La tormenta te alcanzará. Y tú y los tuyos moriréis.
Ahora, hoy, el conocimiento te llevará a la acción por la vida. La ignorancia y la inactividad... al infierno.
Alberto Castillo Martínez